
Ahora bien, tomar decisiones salomónicas que satisfagan a todos los involucrados no es tarea fácil y lamentablemente nuestros gobernantes que son individuos políticos, muchas veces toman decisiones convenientes y no decisiones correctas, situación que se acrecienta frente a la cercanía de procesos electorales.
Frente a esto, surge en un primer momento el descontento popular, la percepción de desamparo del ciudadano de a pie, la idea de que el Gobierno no se preocupa por sus problemas y carencias, que no hace nada para darles solución y cuando estas malas decisiones son repetitivas, se pueden exacerbar los ánimos especialmente en grupos poblacionales históricamente olvidados; ocasionando protestas populares, huelgas masivas y por último -lo que resulta más peligroso- formación de grupos revolucionarios o guerrilleros.
En el caso específico de Perú, en los últimos dos años hemos observado con preocupación la sucesión cada vez más frecuente del descontento popular frente a decisiones de Gobierno erróneas: El “Baguazo”, la toma de carreteras por parte de agricultores y mineros, la huelga de los transportistas interprovinciales y de carga, la creciente ola delictiva a través de las extorsiones y secuestros al paso y el recrudecimiento de Sendero Luminoso.
Sin embargo, frente a esto se han tomado algunas iniciativas positivas de empoderar a la población abriéndonos mecanismos de comunicación directa con el Alto Gobierno y permitiéndonos aportar ideas que coadyuven al mejor funcionamiento de nuestro país y a la reducción de los problemas sociales.
Este ensayo se presenta para exponer la realidad y los retos de la participación ciudadana en un país como el nuestro que requiere con urgencia mayor inclusión del ciudadano en la toma de decisiones.
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