Para hablar de realidad social, resulta imprescindible, definir qué
es una sociedad. Leyendo varias
definiciones escogí la de René Thom (1977) que la define como una
forma metabólica, en primer lugar, porque sobrevive a los individuos que la
constituyen; hay en ella un flujo permanente de individuos constantemente
renovados que aseguran la permanencia de la forma social. Además, entre sus miembros existe una interacción
continua que asegura la estabilidad de la forma. Dicha interacción puede a
menudo materializarse por obra de una circulación de complejidad, de
información, a través de todo el cuerpo social.
Teniendo esto como base, resulta importante también fortalecer esta
definición describiendo cómo funciona una estructura social. Para John Searle (2006), la estructura de
la sociedad responde a las formas de interacción social en que el colectivo
asigna colectivamente estatus a cosas que no lo poseen mediante procedimientos
que involucran representaciones mentales colectivas y expresiones lingüísticas
acordadas que poseen esas formas concretas.
Dicho esto, si bien son muchos los hechos históricos que han
influido positiva o negativamente en la realidad social actual, estos son los que
a mi criterio permiten comprender mejor la realidad social actual de nuestro
país:
1.
Conquista del Imperio
Incaico: En el Tahuantinsuyo, existían tres
clases sociales marcadas: El pueblo, la nobleza y la realeza, sin embargo, el núcleo
en cualquiera de sus estratos era el ayllu cuya convivencia se basaba en un
estricto código moral. Asimismo, existían
prohibiciones, castigos y leyes que según refiere Garcilaso de la Vega en una
de sus crónicas nunca fueron promulgadas para asustar a sus vasallos, ni para
que las burlasen, sino para ejecutarlas y aplicarlas con quien se atreviese a
quebrantarlas. El Incanato basaba la
convivencia en tres principios básicos: “Ama Sua” (no seas ladrón), “Ama
Llulla” (no seas mentiroso) y “Ama Quella” (no seas ocioso). Según el blog IncasWeb (disponible en: http://incaswebsite888.blogspot.com/2017/06/leyes-en-los-tiempos-de-los-incas.html),
consultado el 07.05.2020; junto a las 3 ordenanzas principales, había otras de
mucha importancia, como: “Ama Map” (sé honesto, fiel), “Ama Khelly” (sé
limpio), “Ama Opa” (sé vivaz), “Ama Llunkhu” (sé digno), “Ama Sipiq” (respeta
la vida) y “Ama Maqlla (sé dadivoso).
Jorge Basadre en su ensayo La Ley del Inca (disponible en: http://repositorio.pucp.edu.pe/index/bitstream/handle/123456789/52973/la%20ley%20del%20inca.pdf?sequence=1&isAllowed=y),
consultado el 07.05.2020, señala: “Los Incas también debieron emplear los
refranes como vehículos para la trasmisión de normas y como instrumentos para
divulgar su autoridad… Desgraciadamente, si hubo en el Perú antiguo estos
refranes, se han perdido y como el más divulgado hasta nuestro tiempo queda la
famosa salutación: "Ama llulla, ama sua, ama ciella, ama sipix, ama mappa
o maclla. (No ladrón, no mentiroso, no perezoso, no asesino, no pervertido, no
afeminado)”. Estos valores que aún hoy
se conservan en sociedades andinas fueron transgredidas por las normas sociales
españolas, que tras el velo de la religión católica eran indudablemente más
liberales y permisivas.
Con la conquista española vinieron muchas reformas, la más notoria
quizá la que aplicó el virrey Francisco de Toledo en 1570 dividiendo a la
sociedad en dos grupos: Los indios y los españoles. La república de los indios estaba compuesta
por todos los indígenas descendientes de la élite cuzqueña incaica, además de
los indígenas descendientes de las grandes tribus costeñas y andinas. Cuando se
instauró esta división, no se reconoció a los curacas como nobles, ya que los
conquistadores pensaban que estos se alzarían contra ellos. Con la llegada de
los españoles los curacas sufrieron una forzosa adaptación a un sistema social
totalmente distinto al ayllu. Continuaron siendo los jefes étnicos como lo
habían sido en tiempos prehispánicos, pero dejaron de controlar la administración
y no contaban con la mano de obra que les permitía elaborar las redes de
redistribución típicas del sistema social incaico. Además de lo descrito anteriormente, la
colonización instituyó la obligatoriedad de los indígenas de pagar tributos. Las castas y los mestizos no estaban exentos
de este impuesto, pero era menor que el del resto de ciudadanos.
Con la conquista vino también el mestizaje, lo que provocó ampliar
el abanico de razas y etnias: La llegada
de inmigrantes al virreinato peruano provocó la aparición de las castas
coloniales. El cruce entre mujeres
nativas, hombres españoles y esclavos africanos dio lugar a una mezcla cultural
que durante los primeros años de la colonia no fueron tenidos en cuenta por la
Corona. Los mestizos eran los hijos de padre español y madre indígena, no
pertenecían a la república de los indios ni estaban exentos del pago de
tributos, pero llegaban a trabajar en empleos menores. Los indígenas y los
criollos rechazaron a los mestizos porque consideraban que en ellos había una
parte imperfecta. Los mulatos fueron los hijos de padre español y mujer esclava
africana, estos se consideraron esclavos. Al igual que los mestizos trabajaban
en oficios menores. Los zambos eran los hijos de padre esclavo africano y madre
indígena, estos pertenecían a la casta que mejor calidad de vida tuvo. Al ser
hijos de madre libre se les consideró igualmente libres y como no eran
inscritos en el padrón indígena estaban exentos del pago de tributos: Tomado de
la tesis Cambio en la sociedad incaica del Perú tras la conquista española
escrita por María Martínez Belmonte, consultada el 07.05.2020 y disponible en https://rua.ua.es/dspace/bitstream/10045/56087/1/Cambios_en_la_sociedad_incaica_del_Peru_tras_la_con_MARTINEZ_BELMONTE_MARIA.pdf.
En nuestro país existe mucha discriminación
-que a veces resulta muy estúpida- debido a que todos somos mestizos (El que no
tiene de inga tiene de mandinga), algunos quizá con piel más clara que otros
creen que tienen el derecho de “cholear” al vecino y cultivan en su particular
idiosincrasia, que el “cholo” o el “indio” es sucio, ignorante, pobre e ingenuo
y que se puede aprovechar de él.
Asimismo, se piensa aún que los indios o los cholos tienen limitados
derechos sobre todo a la educación y a la salud de calidad, que son los
llamados a realizar oficios de poca importancia o a realizar labores
domésticas. Al respecto, Aníbal Quijano
en el ensayo Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina, disponible
en: http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/se/20140507042402/eje3-8.pdf,
consultado el 07.05.2020; señala que la actual realidad peruana y
latinoamericana se encuentra marcada por la “colonialidad del poder”, debido a
que durante la república se reprodujeron las relaciones de poder bajo el patrón
de la raza, surgidas durante la época de la colonia. Según el autor, la articulación entre raza y
clase logra estructurar una relación de subordinación y poder.
2.
Liberación de los
esclavos negros: La historia de la esclavitud está ligada
a la colonización del continente americano y a la expansión de la economía
europea caracterizada por su capitalismo.
La economía colonial descansó en buena parte en el trabajo esclavizado
realizado por los africanos y sus descendientes. Las relaciones sociales de la esclavitud
determinaron el rol de la población esclavizada, estaban imposibilitados de
acceder a la esfera de lo público, excepto bajo la dualidad persona/cosa;
sometidos a drásticos dispositivos de control que trataban de inhibir cualquier
manifestación pública, estaban privados de voz.
La conquista y los primeros años de colonización formaron un largo
ciclo de guerras en el cual la esclavitud se insertó como sistema de trabajo y
al mismo tiempo importante auxilio militar. Los africanos y afrodescendientes
cumplieron diversas labores para los conquistadores españoles, fueron
sirvientes y pajes, también formaron parte activa en las guerras de conquista
como maestres, pilotos, arcabuceros y soldados, cumpliendo además tareas
delicadas como espías, vigilantes y exploradores: Tomado de “La Presencia
Afrodescendiente en el Perú Siglos XVI-XX” de Maribel Arrelucea Barrantes y Jesús
A. Cosamalón Aguilar, disponible en https://centroderecursos.cultura.pe/sites/default/files/rb/pdf/La-presencia-afrodescendiente.pdf,
consultado el 07.05.2020.
La abolición de la esclavitud no se realizó en un solo acto, el
primer paso fue el decreto del libertador José de San Martín sobre “la libertad
de vientres” es decir, la regla de que nadie nace esclavo en el Perú a partir
de la Independencia. En esta forma, los actuales esclavos permanecen como
tales, pero la siguiente generación ya no será esclava. Así, dice el mismo San Martín, una
institución que ha durado tanto tiempo no será terminada en un solo acto, lo
que podría ser perjudicial, sino que se dejará que “el tiempo mismo que la ha
sancionado la destruya”: Tomado de La Esclavitud Negra en el Perú de Williana
Rodríguez, disponible en http://www2.congreso.gob.pe/sicr/cendocbib/con4_uibd.nsf/9201B5CD135CA5C005257AA100652056/$FILE/ppt1.pdf,
consultado el 07.05.2020.
En noviembre de 1821, San Martín amplía los alcances abolicionistas
declarando libres incluso a los esclavos actuales si habían pertenecido a
españoles emigrados y, por consiguiente, ya no tenían un amo presente. Pero el mismo día expide otro Decreto por el
que los hijos de esclavos nacidos ya libres en virtud de su Bando anterior,
quedan sujetos a un patronazgo a cargo del amo de la madre hasta que cumplan 20
años las mujeres y 24 los hombres. En esta forma, los efectos de la abolición
quedaban postergados por cerca de 25 años.
Finalmente, el 3 de diciembre de 1854, quedaría abolida la
esclavitud por el Decreto del presidente Ramón Castilla. El Decreto establece el pago de un justo
precio a los amos de los esclavos y a los patrones de los siervos libertos, estos
pagos se harían con cargo a los ingresos estatales percibidos gracias a la
prosperidad fiscal creada por el guano.
Según la Defensoría del Pueblo en su Informe de Adjuntía Nº
003-2011-DP/ADHPD (Disponible en: https://www.defensoria.gob.pe/wp-content/uploads/2018/05/Informe-003-2011-DP-ADHPD.pdf,
consultado el 07.05.2020), la población afrodescendiente sigue siendo un
colectivo vulnerable, postergado e invisible que sufre de una subsistente discriminación
estructural y racial que genera un impacto negativo en el ejercicio pleno de
sus derechos, principalmente en los campos de la salud y la educación, y lo
relacionado con el reconocimiento de su cultura y su identidad. Las condiciones de pobreza heredada, así como
los procesos de exclusión social, inciden en la problemática que afrontan las
personas afroperuanas con relación al ejercicio de sus derechos. Las
deficiencias para ejercer adecuadamente derechos básicos como la salud y la
educación, la falta de reconocimiento adecuado de su cultura y su identidad,
así como el impacto de la discriminación racial entre sus miembros, son algunas
de las situaciones que sustentan su particular vulnerabilidad y que justifican
la necesidad de adoptar medidas que permitan hacerles frente de manera oportuna
y conveniente. La exclusión social alude
a los mecanismos institucionales que les impiden acceder a bienes materiales,
servicios sociales, vivienda, crédito, capital y otros recursos, así como a
participar plenamente en las esferas de la vida social, cultural y política del
país (Figueroa et al., 1996; Torero et al., 2004). En cambio, la discriminación hace referencia a
los procesos de maltrato o trato diferenciado motivados por razones de origen
social, lengua, género, vestimenta, cultura o “raza” (Benavides et al., 2013,
pp. 22-23).
Por otro lado, según el Centro de Desarrollo Étnico (CEDET), existe
un conjunto de representaciones sociales que reflejan estereotipos y
percepciones negativas sobre la población afroperuana. En base a esto el CEDET concluye que “las
condiciones sociales adversas no solo son las condiciones materiales en las que
está obligada a vivir la gran mayoría de la población afroperuana, sino también
las representaciones sociales que se tiene de sus integrantes” (CEDET, 2005, p.
79). Mientras tanto, Luciano explica que esta asociación “afrodescendiente =
pobre” tiene que ver con la asociación, que viene desde siglos atrás, entre el
color de la piel y la ubicación social. En
la colonia, “lo blanco y lo extranjero se volvió el equivalente a lo mejor y a
lo superior, en oposición a lo oriundo y autóctono” (Luciano, 2012, p. 117).
En conclusión, como bien sostiene el Estudio realizado sobre
población afroperuana, disponible en: https://www.grade.org.pe/wp-content/uploads/LIBRO_EEPA_mincugrade.pdf,
consultado el 07.05.2020; el afroperuano tiene pocas oportunidades de
desarrollo, la tasa de deserción escolar es alta, el acceso a educación
superior es limitado y aunque se le reconoce algunas características especiales
como “cocinar bien” o “tener buen ritmo”, son pocas las oportunidades laborales
a las que tiene acceso.
3.
Participación de la
mujer en la vida económica del país: En los
años setenta, tres de cada 10 mujeres trabajaban, en los noventa la cifra
ascendió a 5 de cada 10. Actualmente el
78% de las peruanas en edad de trabajar lo hace. Ese cambio ha tenido un
impacto positivo en el país a nivel económico, político y social. Según lo señala Giovanna Di Laura,
Coordinadora del Centro de la Mujer de Centrum Católica: “Hace 25 años la mujer en el Perú no ocupaba los puestos y el lugar que
ocupa ahora. Había mayor desempleo
femenino y ocupaban posiciones de menor prestigio e ingresos en relación a los
hombres”.
La mujer inicia su participación formal en la vida política en 1955,
cuando se le otorga el derecho al voto. El proceso electoral de 1956 tuvo como
resultado la elección de 1 senadora y 8 diputadas. No fue sino hasta 1995 que por primera vez una
mujer asumió la presidencia del Congreso de la República. Desde entonces cuatro
mujeres más han ocupado el cargo.
La presencia de las mujeres en el parlamento se vio reforzado por
el sistema de cuotas, implementado en Perú en 1997. En el año 2000 se incrementó la cuota de
género del 25% al 30% para las listas de candidatos al Congreso y en 2002 se
aplicó para municipios y gobiernos regionales.
En los siguientes años tuvimos mujeres en varios ministerios, se
eligieron alcaldesas y destacan dos candidaturas presidenciales que se quedaron
en camino: Lourdes Flores Nano (2001 y 2006) que quedó en tercer lugar en ambas
elecciones y Keiko Fujimori (2011) que fue la primera candidata presidencial
que pasó a una segunda vuelta.
En el periodo 2011 – 2016, el 21,5% de los parlamentarios son
mujeres y seis integran el Consejo de Ministros. Del total de alcaldes a nivel nacional, el
2,9% son mujeres, elevándose la cifra al 28,5% en el caso de los regidores.
Si bien estos datos resultan alentadores (Tomados de Gestión,
disponible en: https://gestion.pe/economia/aporte-mujer-desarrollo-pais-93305-noticia/,
revisado el día 07.05.2020), la sociedad peruana se caracteriza por ser
sexista, limitada en oportunidades para las mujeres y aún con brechas profundas
en el acceso a servicios básicos, empleo y remuneraciones.
En el ensayo de mi autoría titulado ¿Contratar o no a una mujer en
cargos directivos?: ¡He allí la cuestión! (Una mirada desde mi propia
experiencia), disponible en: https://o.clad.org/concursos-anteriores/xxxii-concurso-del-clad-2019/ensayos-ganadores-xxxii-concurso-del-clad-2019,
sostengo que el Perú es un país con amplia tradición machista y cultura
patriarcal enraizada y muy fuerte, donde la mujer se enfrenta a “techos de
cristal” que parecen irrompibles ya que desde tiempos inmemoriales hemos estado
culturalmente asociadas al plano afectivo y subjetivo, al espacio doméstico y a
las actividades de cuidado, mientras que los hombres al estar vinculados por
nuestra sociedad a la fuerza física y la racionalidad, al espacio público y a
la calle tienen el rol de proveedores económicos pues son ellos los que mantienen
el hogar. Entonces las mujeres dedicadas
a las tareas del hogar, tuvimos históricamente menos oportunidades que los
hombres para desarrollarnos, aprender y valernos por sí mismas, con autonomía y,
por consiguiente; el hombre se sintió con el derecho de ocupar mejores
posiciones y de ganar más.
Según el Instituto Nacional de Estadística e Informática – INEI en
su informe sobre brechas de género 2017, uno de los cambios más importantes en
el mercado laboral en las últimas décadas ha sido la disminución en las brechas
de participación laboral entre mujeres y hombres, debido al incremento de la
participación de las mujeres y en particular, de las mujeres casadas. Esta tendencia se ha atribuido a diversos
factores tanto por el lado de la demanda – cambios en la estructura productiva,
composición sectorial y el sistema de incentivos en el mercado laboral, la
innovación tecnológica en los lugares de trabajo– como de la oferta, los
avances en la medicina, el surgimiento de nuevos servicios sociales (Por ejemplo,
cuidado de niños y adultos mayores), las mejoras educativas y su mayor
preparación para el empleo, la disminución de la tasa global de fecundidad y
los nuevos arreglos familiares dentro de los hogares.
No quiero terminar este trabajo sin indicar que, de acuerdo a la
Primera Encuesta Nacional del uso del tiempo elaborada el año 2011 por el
Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables (en ese entonces MIMDES), las
horas dedicadas por mujeres para el desarrollo de actividades en el hogar como
la atención de niños, de familiares enfermos, preparación de alimentos,
limpieza y lavado entre otras llegaban a las 39 horas en promedio semanales lo
que resulta significativamente mayor a las dedicadas por los hombres (15 horas
en promedio semanales). Es lo que se
conoce como la doble o incluso triple jornada laboral realizadas por las
mujeres.
Entonces, si bien la mujer ha ido ganando campo en la vida
económica del país y por ende volviéndose más autónoma económicamente hablando,
esto se asocia también a un estancamiento en “profesiones femeninas” (como
niñera, profesora de inicial o enfermera), crecimiento en los índices de
violencia familiar (especialmente cuando las parejas ganan menos), incremento
en los transtornos psicológicos en los hijos (Depresión o TOC por citar algunos
que son generados según algunos expertos en el intento de las madres de mitigar
la ausencia con regalos o sobreprotección) y mayor dificultad en el acceso a
ascensos y a puestos directivos.
Definitivamente existen muchos más aspectos que inciden
directamente en la realidad social y conocerlos nos permitirá entender un poco
mejor esta realidad.