lunes, agosto 19, 2019

TECHOS DE CRISTAL Y ACCESO DE LA MUJER AL EMPLEO


Las mujeres constituyen casi la mitad de la población mundial en edad de trabajar de casi 5,000 millones de personas pero solo alrededor del 50% de esas mujeres participan en la fuerza laboral frente al 80% de los hombres.  No solo es inferior la participación laboral de las mujeres, sino que las que tienen un  trabajo remunerado están empleadas de forma excesiva en el sector informal; en especial en las economías en desarrollo, donde los empleadores están sujetos a menos regulaciones y los trabajadores son más vulnerables a salarios bajos y pérdida de empleo.

Según el Instituto Nacional de Estadística e Informática – INEI en su informe sobre brechas de género 2017, uno de los cambios más importantes en el mercado laboral en las últimas décadas ha sido la disminución en las brechas de participación laboral entre mujeres y hombres, debido al incremento de la participación de las mujeres y en particular, de las mujeres casadas. Esta tendencia se ha atribuido a diversos factores tanto por el lado de la demanda –cambios en la estructura productiva, composición sectorial y el sistema de incentivos en el mercado laboral, la innovación tecnológica en los lugares de trabajo– como de la oferta, los avances en la medicina, el surgimiento de nuevos servicios sociales (por ejemplo, cuidado de niños, niñas), las mejoras educativas y su mayor preparación para el empleo, la disminución de la tasa global de fecundidad y los nuevos arreglos familiares dentro de los hogares.

De acuerdo a la Primera Encuesta Nacional del uso del tiempo elaborada el año 2011 por el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables (en ese entonces MIMDES), las horas dedicadas por mujeres para el desarrollo de actividades en el hogar como la atención de niños, de familiares enfermos, preparación de alimentos, limpieza y lavado entre otras llegaban a las 39 horas en promedio semanales lo que resulta significativamente mayor a las dedicadas por los hombres (15 horas en promedio semanales).  Es lo que se conoce como la doble o incluso triple jornada laboral realizadas por las mujeres.

En el Perú, un país con amplia tradición machista y cultura patriarcal enraizada y muy fuerte, la mujer se enfrenta a “techos de cristal” que parecen irrompibles ya que las mujeres desde tiempos inmemoriales han estado culturalmente asociadas al plano afectivo y subjetivo, al espacio doméstico y a las actividades de cuidado, mientras que los hombres al estar vinculados por nuestra sociedad a la fuerza física y la racionalidad, al espacio público, a la calle tienen el rol de proveedores económicos pues son ellos los que mantienen el hogar. Entonces las mujeres dedicadas a las tareas del hogar, tuvieron históricamente menos oportunidades que los hombres para desarrollarse, aprender y valerse por sí mismas, con autonomía y el hombre se sintió con el derecho de ocupar mejores posiciones y de ganar más.

Un análisis de McKinsey & Company demuestra que las compañías cuya fuerza laboral es equilibrada en cuanto al género, son 15% más proclives a mostrar un mejor desempeño financiero; y aquellas con más mujeres en sus juntas directivas tienden a superar a otras compañías en un 53%.

La misma consultora en su informe anual Women Matter ya demostró hace años que las mujeres aplican con más frecuencia cinco de los nueve comportamientos de liderazgo que más impactan en el rendimiento de una organización. En concreto, las mujeres aplican más, de una forma estadísticamente significativa, el desarrollo de las personas (siete puntos más), apostar por la confianza en los resultados de los colaboradores y otorgar recompensas (cuatro puntos más) y actuar como role models (cuatro puntos más).  Por el contrario, aplicaban menos la toma individualista de decisiones (cuatro puntos menos) y el control y la acción correctiva (nueve puntos menos). Todo ello conduce a que las mujeres contribuyen a reforzar las características más determinantes del rendimiento de la organización, en concreto, valores y el entorno de trabajo, responsabilidad y liderazgo de equipo.

El compromiso de la organización con la igualdad de oportunidades es un requisito imprescindible para garantizar el cumplimiento de los objetivos de igualdad y tiene que ser liderado, asumido y garantizado por la alta dirección, formalizando este compromiso mediante documentos institucionales que recojan este objetivo como básico y al mismo nivel que cualquier otro.  Este compromiso tiene que ser explícito a nivel interno, hacia el conjunto del personal de la empresa y a nivel externo de cara a los clientes y usuarios, otras instituciones, la prensa, etc. Esta posición mejora la integración de las estrategias y las decisiones acordadas y coloca al personal responsable de implementarlas en una actitud altamente favorable y receptiva.